sábado, 10 de marzo de 2007

Arte Líquido

El máximo, un ron con cientos de años.

No sólo vino bebe el hombre. Y el ron empieza a vivir su momento, aunque su consumo no sea todavía muy popular en España ni en Europa.

La inmensidad de gamas de este espirituoso no la encontramos en ningún otro, desde el blanco tres años, al Havana siete, un 15 años, y así hasta llegar al Máximo, una obra única conseguida gracias a la mezcla de reservas centenarias, similar “a tocar el mismísimo cielo”, en boca de quien más sabe, el primer maestro ronero de Havana, José Navarro.

Don José nos ha guiado por el mundo del aguardiente de la caña de azúcar y con él hemos podido catar un pedacito de Cuba. Porque el maestro ronero no dice jamás ron a secas, siempre lleva el apellido de cubano, y asegura que es mucho más que un espirituoso. “Es una herencia, es la expresión más hermosa del mestizaje cultural de Cuba – defiende Navarro–, es el color, sabor, síntesis del carácter cubano”.

El ron, para este embajador cultural y comercial, no tiene un momento del día sino que es “para cuando uno quiere calentarse un poquito el estómago y el alma”. Oyéndole hablar, uno entiende lo que es un espirituoso en toda regla. Antes de conocer ese ron único llamado Máximo, Navarro defiende con pasión la tradición frente a la producción en masa de “rones desalmados” y enarbola de nuevo la bandera de su Cuba natal como único lugar para hacer lo que hace. “El alma y la única materia prima es la caña de azúcar desde su nacimiento”.

“Sin esencias, sin añejar aceleradamente, que no se pretenda hacer de otra manera”, afirma este maestro para quien muchos rones pecan de un excesivo sabor a roble. “Para eso, que hagan licor de madera”, espeta.

El Máximo, oro líquidoLlega la hora de conocer al ojito derecho de Navarro: el Máximo, aunque su nombre ya lo dice todo y su precio, 1.000 euros cada botella, de una producción limitada de 1.000, dice más. Navarro explica que en su última obra hay presencia real de rones centenarios, “se mezcla y añeja en múltiples etapas”, y es tajante al hablar de las únicas 1.000 botellas que se comercializan porque “la historia no la vamos a interrumpir”. Hacer al maestro hablar del Máximo es similar a escuchar a un padre contar las peripecias de su retoño. “El Máximo es la memoria viva del ron cubano, la historia verdadera de esta bebida”, afirma con vehemencia. ¿Ponerle precio? Para él resulta imposible. “Para mí”, dice emocionado, “siempre será muy barato por lo que significa”.

El Máximo, catarata de sensaciones

70 ÚNICAS BOTELLAS del ron Máximo existen en España. A la hora de catar un ron, los pasos a seguir son los mismos que con el vino, salvo porque en esta ocasión hemos tenido que agudizar el olfato aún más. Nada más servirlo, llama la atención el profundo color ámbar que hipnotiza. El aroma es muy complejo, huele a caramelo, vainilla y madera, un compendio de todo difícil de descifrar. Llevarlo a la boca crea una expectación que no defrauda, sabe a miel, a caramelo, a café, a tabaco y finalmente deja la estela del aguardiente, firme y recio. Sin duda, el Máximo es único.


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