jueves, 15 de marzo de 2007

La mujer que pedía morir dejó un mensaje antes de ser desconectada: "Para ser libre, tienes que luchar"

Inmaculada Echevarría tenía 51 años y anoche fue desconectada del respirador que la mantenía con vida, tras sortear todas las trabas judiciales y objeciones de sectores religiosos. Sufría una distrofia muscular progresiva que la mantuvo durante más de 20 años postrada en una cama.

La muerte voluntaria de Inmaculada Echevarría, una tetrapléjica de 51 años que por petición propia fue desconectada del respirador que la mantenía con vida después de permanecer dos décadas postrada en la cama de un hospital, reabrió en España el debate sobre la eutanasia, una práctica ilegal en el país. Castigada desde los once años por una distrofia muscular progresiva e incurable, Echevarría vio cumplido la noche del miércoles su deseo de morir "dignamente y sin dolor", tal y como lo venía implorando desde hace mucho tiempo. En un hospital de Granada, en el sur del país, la mujer fue sedada y después se le retiró la ventilación mecánica, lo que causó su fallecimiento minutos después.

Para Echevarría, que ya sólo podía mover los músculos de la cara y las puntas de los dedos, la muerte significaba libertad. Y lo dejó claro en su último testimonio público, recogido hoy por el sitio "El País". "Para ser libre tienes que luchar", dijo, al tiempo que animó a otros en su situación a no darse por vencidos: "Esto sirve para que la gente no tenga miedo, que no se rinda, que luche." A ella misma, dijo, le gustaría que la recordaran como "La guerrera".

Y no es para menos, porque la vida de Inmaculada –nombre que ella adoptó porque el suyo, Juana, nunca le gustó- fue una dura batalla toda la vida: A los once años le diagnosticaron la enfermedad, a los 17, murió su padre, y a los 25, su madre. Pero el golpe más duro lo recibió un año antes: Ocho meses después de dar a luz a su hijo, el compañero sentimental de Echevarría perdió la vida en un accidente de tráfico.

Ella ya no podía valerse sola y tuvo que entregarlo en adopción. Eso fue hace 27 años. Fue entonces cuando decidió que quería morir. Hace dos semanas, el gobierno regional de Andalucía aceptó la solicitud de Inmaculada, al dictaminar que no se trataba de un caso de eutanasia, sino de una interrupción voluntaria del tratamiento terapéutico, algo que permite la ley. Eso desencadenó duras críticas de la jerarquía católica.

Paradójicamente, esta mujer pasó los últimos diez años en un hospital dependiente de una orden religiosa, la de San Juan de Dios. Su deseo era morir en ese lugar, que se había convertido en su casa. Sin embargo, las presiones de la jerarquía eclesiástica, tanto en España como desde Roma, hicieron que Inmaculada, horas antes de fallecer, fuera llevada a un aledaño hospital público. Fue allí donde cerró sus ojos para siempre, tras despedirse de sus amigos y su hijo, con el que se había reencontrado apenas dos años antes.

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